Hoy día, todos, sin excepción, estamos inmersos en un entorno VICA (Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo). De hecho, todos los autores, expertos y analistas coinciden que estamos en medio de la cuarta Revolución Industrial, una era en la que el software y las plataformas tecnológicas generarán disrupciones en casi todos los sectores de negocios en los próximos diez años. Solo hay una diferencia entre esta revolución y las tres previas: a diferencia de las otras, esta se desarrolla a un ritmo exponencial versus el ritmo lineal de las anteriores.

Es por ello por lo que el esfuerzo por reinventarnos y adaptarnos, o incluso anticiparnos a los cambios, debe ser continuo, y todos aquellos que no incorporen esa capacidad de adaptación en todos los ámbitos de su negocio y sus habilidades personales, correrán el riesgo de caer en la obsolescencia. Pero siendo objetivo, ya ni siquiera eso es suficiente, pues la única vía para ser exitosos hoy es crear y ser los protagonistas activos de los cambios y, claro está, tener la capacidad organizacional de aprovecharlos. En resumen, el cambio ya no es algo que deba suceder cada cierto tiempo, como respuesta a la evolución de nuestro mercado, de nuestras condiciones o de nuestro entorno, sino que se trata de una realidad permanente que debemos gestionar como un elemento más de nuestro día a día.

Por todo lo arriba expuesto, las organizaciones deben desarrollar hacia lo interno las herramientas que les permitan evaluar constantemente sus estrategias, su modelo de negocio y su propuesta de valor, y claro está, desarrollar las capacidades de introducir rápidamente variaciones, mejoras y cambios que permitan a la empresa mantenerse competitiva, pero sobre todo atractiva para los clientes. De igual forma, internamente en la empresa, se debe estimular una cultura y procesos que permitan mantener y ejecutar ese proceso de cambio constante, todo esto paralelamente con la generación de resultados en el día a día.

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